Tuxpan, Ver.- El hombre yacía en la silla, con la mirada perdida y los brazos caídos a los costados. No había un ápice de vida en su cuerpo, como si se hubiera evaporado en un instante. Los paramédicos de la Cruz Roja Mexicana se movían con rapidez a su alrededor, tratando de reanimarlo, pero era inútil. Había muerto.

Gustavo Sánchez Rico, ese era el nombre del desafortunado, según las fuentes de los polimarinos™. Tenía 27 años, pero parecía haber vivido mucho más tiempo. Las enfermedades crónicas degenerativas que padecía le habían arrebatado la juventud y le habían dejado un cuerpo frágil y marchito.

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Rentaba un departamento en la propiedad de la avenida Colombia, en pleno centro de la ciudad. Pero cuando ocurrió el dramático desenlace, se encontraba en el patio de uso común, sentado en una silla. De repente, comenzó a convulsionar y perdió el conocimiento. Los paramédicos intentaron salvarlo, pero el infarto fulminante fue más fuerte.

La policía ministerial y los peritos criminalistas llegaron al lugar para tomar el control de la situación. Sin embargo, la muerte no violenta no requería una investigación más allá de la escena. Era una tragedia, pero no un crimen.

Gustavo Sánchez Rico se había ido, pero dejaba una estela de tristeza en quienes lo conocieron. Una vida corta, llena de lucha y dolor. La comunidad local estaba conmocionada por la noticia, y las autoridades expresaron sus condolencias a la familia y amigos del fallecido.