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LA MAGNOLIA, Estrella del rio tuxpan

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¡YA FALTA POCO PARA QUE SE VAYA CHABELO DE CAEV!

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POR OBED ZAMORA SÁNCHEZ.

Pilar Farías nativa de la Estación Santa Engracia en los límites de Tamaulipas y Nuevo León, recuerda vívidamente a la Magnolia, Entonces vivía con su Padre y hermanos en Tumbadero. En esta famosa lancha tripulaba el joven Pánfilo Pancardo (tuxpeño) el cual se enamoró perdidamente de ella, y para pedirla en matrimonio tuvo que llevar a un abogado, porque Don Chema, padre de Pilar era muy enérgico y celoso, al grado que ese día se la pasó discutiendo con Pánfilo y el abogado, diciéndoles al final, «Bueno, pues mañana mismo se me casan, porque yo no quiero tratos con ningún hijo de la ch…” y así fue como Pánfilo y Pilar se casaron el 28 de Mayo de 1937, inaugurando los viajes regulares de la Magnolia de Tuxpan a Tumbadero y viceversa …

La fiesta de Bodas se llevó a cabo en la Lancha asistiendo numerosas y conocidas familias de la ciudad. El Padre de Pilar era inspector de las estaciones ferrocarrileras en Tampico después se fue a trabajar para la compañía «El Aguila» en Tumbadero. Tenían una hermosa casa con todas las comodidades de la vida moderna, eran los años 30 y Tuxpan estaba en el auge platanero, poco a poco la gloria de la explotación petrolera llegaba a su fin al extinguirse la Faja de Oro.

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Don León Pancardo y sus hijos varones León, Arnulfo, Adolfo, Pánfilo, Augusto y Abad con una visión del enorme futuro que tenía la explotación de una ruta fluvial río arriba, decidieron armar otra lancha y dar de baja a La Azteca, que también era de dos pisos, pero mucho más chica. Y así Pánfilo inició su construcción en los astilleros del Sordo Pulido, legendario Carpintero de Ribera, constructor de Balandros y Pailebotes como el Vicente Antonio, el Benito Fernández, El Nereo y el Dante, entre otros, todos ellos de gran trascendencia histórica cuando Tuxpan no contaba con carreteras y ésta era la única manera de salir de la ciudad vía Veracruz o Tampico a la Capital del País.

Los astilleros se encontraban en donde hoy está CELASA en la margen derecha del río, precisamente frente a donde está la barcaza Zapoteca con sus torres. Poco a poco fue tomando forma de lancha la enorme armazón de unos 50 metros de eslora (largo) y unos l0 metros de manga (ancho) de la mejor madera de la región, con dos pisos, en el inferior se colocó una máquina que probablemente tenía unos 500 HP de fuerza procedente de la Casa Homes de Alemania y fue adquirida por Arnulfo y León Jr, de tal manera que la lancha quedó dividida en tres dueños, por una parte Pánfilo que la construyó y por la otra sus hermanos Arnulfo y León que compraron la maquinaria. En el piso superior se colocó el timón, famoso e impresionante por su tamaño.

Tanto en el piso inferior como en el superior había bancas corridas para que sentara el pasaje. Tenía dos turnos, uno a las 9 de la mañana que salía de su atracadero exactamente frente al Parque Rodríguez Cano (donde estaba el mercado municipal). La lancha zarpaba puntualmente, haciendo sonar su silbato característico y en esto de la puntualidad – nos dice José Luis Herrera, pariente de todos ellos, – “León hijo era muy especial, fíjate que una vez mi Tía Clotilde le dijo a éste: hijo mañana voy a ir a Río Arriba a visitar unas amistades, y a la mañana siguiente como siempre León hizo sonar el primer silbato faltando l0 para las nueve, otro más faltando cinco y el último en punto de las nueve, pero estaba ya despegando del muelle y su mamá no llegaba, no la esperó; apresuradamente Doña Clotilde se apareció cuando la lancha ya estaba muy alejada de la orilla, tomo un esquife y así llegó como pudo a la lancha que se puso al pairo (sin parar la máquina en neutral)y del bote subieron a la pobre señora toda angustiada, así era León no esperaba ni a su mamá!”.

LA FABRICA CAFETERIA

Las primeras paradas eran en la Punta (la esquina en donde hace la vuelta el Río muy cerca del Museo de la Amistad México-Cuba) y en el atracadero de don Modesto Pulido, (frente a lo que hoy es la Gasolinera Bello) dueño de otra famosa lancha La Teresita; después seguían las paradas Río arriba como Juana Moza, Zapotal, Chijolar, Chomotla, Frijolillo y Ojite.

Subían o bajaban hacia la «paneta» de la lancha por una rampa de tablones, las cargas más insólitas: tractores, becerros, puercos, gallinas, guajolotes, vacas paridas, fanegas de maíz y sacos de frijol, y sobre todo las frutas, pero que frutas! Recuerda Pilar que las guayas de aquel tiempo si eran guayas, jugosas carnosas muy dulces exquisitas, y los caimitos! Que deliciosos los morados, los verdes, todo eso era muy hermoso, las tierras ribereñas eran pródigas y la gente muy noble y muy agradecida, siempre le obsequiaba a Pánfilo frutas y muchas cosas más. Y continuaba La Magnolia su caminar por nuestro precioso río: Canalete, Santa Rosalía, Raya Oscura, San Isidro y al final su destino Tumbadero, en algún tiempo el emporio ribereño más importante por ser un punto estratégico de la Compañía El Aguila de Sir Lord Cowdray y también por ser una rica región platanera y ganadera, con una hacienda muy grande y bonita que al paso del tiempo no ha perdido su importancia.

De Tumbadero, La Magnolia regresaba a las 4 de la mañana en otro turno (los cambiaban cada semana) los capitanes eran los hermanos: León – un hombrón de casi dos metros de alto -legendario cazador y simpático contador de todas las aventuras-, Pánfilo, reservado, tranquilo y un personaje de trato afable y muy noble, Augusto que a sus 84 años vive todavía, era el maquinista, Adolfo era el sobrestante -recuerda Herrera Pérez– era el encargado de comprar para los que se lo solicitaba, el diesel, la gasolina, los aceites, y además diversas comisarias que surtía en la Abarrotera Roldán (donde hoy está Bital junto a la Parisina), Abad propietario de una tienda de abarrotes en el Mercado muy activo aún, era marinero conjuntamente con otro hermano que era sordomudo.

El pasaje costaba l0 centavos al principio, y con los años hasta un peso cincuenta centavos de terminal a terminal, y mucho menos en los puntos intermedios, el encargado del cobro era Arnulfo, y desde luego en ocasiones Don León padre, el patriarca de los Pancardo, hombre bajito con bigote porfiriano que procreó una connotada familia porteña. Don León murió a una avanzada edad, le encantaba pescar frente a donde hoy está una embotelladora de agua en el Boulevard Reyes Heroles, lanzaba su cordel con carnada y en su mesa no faltaban los robalos cuando el río era pródigo en su fauna.

La Magnolia transportaba además la carga macabra de cada fin de semana, casi siempre después de un bailongo río arriba: los «enzacahuilados», cadáveres de individuos macheteados y despedazados que los envolvían en hojas de plátano para su traslado desde el sitio en donde fueran sacrificados hasta el puerto para la autopsia de ley. Igualmente llegaban los heridos o los enfermos graves o no. Ya en La Punta silbaba anunciando su entrada majestuosa a la ciudad y posiblemente -Esto no lo pudimos investigar a ciencia cierta- había ciertas claves en la manera de silbar anunciando que traía pacientes porque a la hora de la atracada, había médicos esperando para atenderlos en sus consultorios y o llevarlos al Hospital Juárez que se encontraba en donde hoy es la Casa de la Cultura.

La Terraza

De vez en cuando también La Magnolia, como la reina del río, se vestía de gala trayendo a la Novia que venía a casarse a la Parroquia de Santa María de la Asunción, y desde que salía de la congregación ribereña y hasta cuando regresaba, la música no paraba, era muy agradable escuchar a las orquestas locales tocando en la mitad del río sus interpretaciones tan nostálgicas, los valses, los danzones y los fox-trots de las grandes bandas de antaño como la del famoso Chico Panza de Santiago de la Peña -Que cuando la gente iba a preguntar a su casa y salía su esposa a ver que se ofrecía, le decían perdone señora ¿Está Chico Panza? Ella enfurecida les contestaba muy airada ¡Panza tendrá su madre, vieja babosa!… y la popular orquesta de los hermanos Rosales de aquí del puerto.

En más de una ocasión por el Día de las Madres, la familia Sánchez de Juana Moza cubría a la Magnolia como a una novia llena de Azucenas, o en Todos Santos que el agua le entraba por los lados, supe cargada con toda la producción ribereña de la palmilla, las varas, las flores de muerto, las calabazas, las naranjas, el copal, los incomparables olores de las conservas de cahuayote, de papaya verde y de yuca, las gallinas, guajolotes, los puercos y las hojas soazadas de plátano, que llegaban para surtir al gran día de Plaza los 30 de Octubre…

Todo era bullicio y alegría en el atraque a ver que traía la lancha, no sólo era el comercio y la gente sino el ambiente de una época gloriosa de la navegación fluvial Poco a poco el tráfico y el intercambio comercial por el río fueron disminuyendo, y a la vez que acabó el auge platanero, se comenzaron las rutas terrestres bordeando el río para comunicar a Tuxpan con Alamo, tanto por Tumbadero como por el paso de la balsa de Ojite. Pero en realidad lo que vino a ocasionar la desaparición de ésta histórica lancha fueron los ciclones de 1955 con la gran Creciente que sufrió Tuxpan al recibir el impacto de dos huracanes a finales del mes de septiembre y en octubre -Ahora sabemos que en la parte final de la temporada de huracanes, es cuando se presentan los de mayor fuerza, los más destructivos y los de más largos recorridos, el Gilberto fue uno de ellos y el Hilda y el Janet de ese año ocasionaron severos daños y que significaron un desastre muy grave en la región.

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En el primer ciclón, la Magnolia acabó arriba del muelle en donde atracaba, ahí recibió una puñalada mortal al enterrársele una Bita, en un costado de su casco. Con el segundo ciclón, se hundió. León Pancardo recuerda que posteriormente a los finales de los 50 o principios de los 60, cuando Esther Guevara estaba como Secretaria de Turismo, se la ofreció al Ayuntamiento para que la rehabilitara y fuera usada como un barco turístico, que haría recorridos por el río. Idea que no fructificó. La maquina fue vendida y la estructura de madera se perdió. La Magnolia, La Estrella del río nunca ha muerto realmente, vive en el precioso recuerdo de muchos de nosotros que tuvimos el inmenso placer de navegar con ella, cuando también hacia el tránsito los Domingos de nuestros veranos en Semana Santa allá por los años 40 de Tuxpan a la Barra para llevar a las familias locales a disfrutar de sus playas, porque la carretera hacia la Barra no existía solo era una mala brecha de difícil acceso, y la Lancha iba y venía varias veces al día desde el Jueves hasta el Domingo Santos… Tiempos idos que jamás volverán pero que siempre vivirán en nuestro corazón y en nuestra memoria.

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